Las supersticiones y las leyendas entorno a la fauna siempre ha acompañado al ser humano, al fin y al cabo el vínculo entre el hombre y la naturaleza era muy estrecho. Hasta nuestros días que hemos desconectado con los saberes populares y de la realidad, las ciudades así como el ritmo de vida que llevamos son importantes causas de este deterioro de la cultura popular. Curiosamente, las gentes del campo que deberían estar más en sintonía. Pero quién trabaja en el medio agrario se da cuenta que existe una desconexión con la realidad de los procesos naturales y la biología.
Existen falsos mitos sobre cierta fauna que habita en nuestros olivares que he ido recogiendo y caricaturizando todos estos años y que no tienen ningún sentido, salvo el de difamar y desprestigiar unos seres muy necesarios para el agroecosistema. He aquí algunos de estas mentiras que se escucha por el medio agrario sobre los cernícalos, mantis religiosas, estorninos o los meloncillos
Cuentan que los cernícalos caza conejos. Imposible: un conejo pesa de 1 a 2,5 kg y el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) entorno a 180 gramos, es pura lógica que esto es imposible. La dieta del cernícalo varía según su estado reproductor pudiendo aportar durante la alimentación de las crías en un estado más avanzado de madurez pequeños mamíferos, pero siempre ratones, lirones y pequeños roedores. Ocasionalmente se han visto restos de crías de conejos y de comadrejas en sus nidos.
Otra especie que se satiniza es el Mochuelo europeo (Athene noctua), a esta pequeña rapaz común en nuestros olivares se le acusa, además de comer conejos, de cazar pollos de gallinas y perdices. En un estudio realizado en Europa se analizaron 2.460 egagrópilas y no se encontraron piezas de caza y pollos domésticos.
El Estornino negro (Sturnus unicolor) y el Estornino pinto (Sturnus vulgaris) tienen la mala suerte de cambiar su dieta de insectívoros a frugívoros cuando se vuelven gregarios en invierno y acuden al sur como principal área de invernada, coincidiendo con la cosecha de aceitunas. Esto ocasiona el enfado de olivareros pero sin motivos. Y es que se comenta que un sólo estornino es capaz de llegar a un olivo, hartarse de comer aceitunas, agarrar para llevarse una en cada pata así como en el pico.
Es cierto que se alimentan de aceitunas, y la prueba está bajo los árboles donde pasan la noche, pero es imposible que arranquen aceitunas directamente del árbol. Picotean y comen las del suelo, y más absurdo es que se las lleve consigo para consumirlas más tarde.
Las mantis (o teresas) pican y te entran unas fiebres muy graves. Primero y más importante: no tienen pico para poder «picar» ni un solo aguijón. Todas las especies de mantis religiosas tienen unas mandíbulas masticadoras y una herramienta básica para cazar a sus presas como son sus patas delanteras modificadas para ser un arma perfecta. La naturaleza la ha dotado, tras miles de años de evolución, de estas estructuras perfectas de caza y no de veneno, eso es otra historia.
Una de las mejores historias que se oyen por el campo andaluz, curiosamente por toda la geografía, es la de los meloncillos (Herpestes ichneumon), la «mangosta europea». Lleva en Iberia desde tiempos inmemoriales como se demuestra con el fósil de la fauna, y ha tenido un momento de esplendor con el aumento en ciertas zonas de su alimento principal: el conejo. Esto es debido a las mala gestión de los cotos cinegéticos. Pues bien, estas esplicaciones no tienen sentido con la «verdad» universal que dice que los ecologistas (o los de medioambiente según quién cuenta la historia) los tiraron desde helicópteros en vuelo con paracaídas. Genial.
Otra historia que no tiene ningún criterio es sobre las serpientes: Medio Ambiente lanza, desde helocópteros, un saco lleno de «bichas» en arroyos, que al impacto con el agua se abre y permite liberar las serpientes sin sufrir daños. Lo mejor de todo es como hay muchos que aseguran haberlo visto con sus propios ojos, pero lo que más me sorprende es el presupuesto millonario de la Consejería de Medio Ambiente para helicópteros y en soltar al medio animales que no tienen problemas de conservación.